Nos situamos en el siglo XII, y es que cuando hablamos de las beguinas estamos refiriéndonos a un modo de vida alternativa en la Edad media que adoptaron algunas mujeres; quisieron ser espirituales pero no religiosas, quisieron vivir sólo entre mujeres pero sin someterse a ningún tipo de regla ni disciplina, quisieron rezar y trabajar pero no dentro de un monasterio, quisieron ser fieles a si mismas pero sin ningún tipo de voto; así que, en resumidas cuentas, eran mujeres cristianas pero alejadas de la Iglesia católica, por lo que fueron perseguidas.
Era la forma de vida beguina que comenzó a tener sus primeras comunidades sobre todo en Flandes y Alemania, y por descontado rechazaban las ordenes de los hombres (recordad que estamos hablando de la Edad Media y que la mujer siempre debía obedecer al varón).
Algunas fueron quemadas y otras condenadas a la herejía. No descuidaban las artes, que en aquellos tiempos estaban vetadas al común de los mortales ya que, solo la iglesia y la nobleza tenían acceso al conocimiento. Aún así escribían poesía y se ejercitaban en ámbitos culturales.
Eran autónomas y autosuficientes, pero lo mas llamativo de ellas es que se dedicaban literalmente a hacer el bien, a ayudar al prójimo, al necesitado. Trasladado a nuestros días serían como una especie de ONG pero sin ayuda económica de ningún tipo. Ellas solas se bastaban.
Pero su forma de ser chocaba con los intereses de la Iglesia: eran mujeres, pero sobretodo eran buenas personas. Algunas fueron encarceladas por escribir libros y, eso al tratarse del sexo femenino era ser objeto de castigo.
Los años de decadencia y exterminio del beguinaje coincide en el tiempo con la exterminación de la “herejía catara” y la aniquilación de los templarios, prueba de como actuaba el clero en aquella época (brutalidad e intolerancia). Empezaba a germinar la Inquisición.
El 14 de abril de 2013, murió en Kortrijk (Bélgica) la hermana Marcella Pattyn, a los 92 años. Era la última representante de este movimiento religioso surgido en la Edad Media. Había nacido en el Congo belga en 1920 y era ciega. Estudió en la escuela de ciegos de Bruselas y a los 20 años intentó ingresar en un convento pero ninguna la aceptaba. Le acogieron las beguinas de Sint Amandsberg en Gante, una comunidad de 260 mujeres. Tenía 20 años cuando ingresó en la comunidad. Trabajó atendiendo enfermos. Posteriormente se mudó al beguinaje de Kortrijk con otras ocho mujeres. Fue la última superviviente.
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