Hay una inspiradora frase que dice “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
En sentido positivo, la cita nos alienta a cambiar las cosas. El negativo define nuestro impacto en la Tierra. Hay que repensar la forma en que nos relacionamos con el planeta para frenar la degradación de los ecosistemas y mejorar el bienestar humano.
Ofrecemos 10 consejos para reducir nuestra huella ecológica:
Ahorrar agua y luz. Reducir la cantidad de energía y agua en casa y aislar mejor. Los expertos en construcción eficiente recomiendan tener ventanas selladas para mantener temperaturas estables y evitar fugas, ahorrar agua con aireadores en los grifos, cisternas de gran capacidad y electrodomésticos eficientes. Cambiar bombillas por led, los baños por duchas y no dejar nada enchufado o en standby.
Menos envases. Huir del plástico, sustituirlo por vidrio o metal cuando se trate de líquido o comida. Usar bolsas de tela para comprar, huir de los envasados. Pasarse al champú y jabón en pastilla y los desodorantes de piedra de alumbre, que duran años, al igual que la copa menstrual en el caso de las mujeres, en vez de tampones y compresas.
Movilidad sostenible. Solo en España 33.000 personas mueren prematuramente al año por contaminación atmosférica, según cifras de Greenpeace. Las grandes ciudades, antes las multas comunitarias por contaminación, trabajan por una movilidad eficiente y limpia. Fomentan el uso de la bicicleta y el coche compartido y empiezan a cambiar sus flotas por autobuses eléctricos. Madrid, Barcelona, París, Ciudad de México, Oslo, China han puesto fecha límite para la entrada en los núcleos urbanos de coches con combustible contaminante. La movilidad eléctrica o los híbridos enchufables parecen algunas de las soluciones más lógicas.
No a las toallitas. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) advierte que producen “atrancos en cañerías, graves problemas en las redes de saneamiento y tienen un gran impacto ambiental porque contribuyen a la dispersión de microplásticos”. Un 70% de los alimentos de origen marino, según un estudio reciente de OCU, contienen microplásticos.
Menos consumo más sostenible. El paso más inmediato y urgente es reducir el consumo, que sea sostenible: menos cosas de mejor calidad y con bajo o nulo impacto ambiental. El ecodiseño trabaja para que los productos no tengan obsolescencia programada, duren más y su fabricación y reciclaje siempre sea posible y no generen impacto.
Cada tapón cuenta. No tratar espacios públicos y naturales como si fueran vertederos. Cada tapón cuenta. El organismo sin ánimo de lucro Surfrider, que promueve la recogida de basura en las playas, recogió en una sola campaña en las playas, lagos ríos y fondos marinos españoles en 2016, casi 1.500 metros cúbicos de residuos.
Acuíferos en peligro. Las masas de agua también se ven perjudicadas por la cantidad de productos químicos -especialmente los de limpieza e higiene personal- que se van por el desagüe. Además, los productos de limpieza, así como los barnices de los muebles, contienen tóxicos que respiramos y perjudican la salud.
Alimentación consciente. Comprar productos a granel (congelar para evitar despilfarro), de temporada y locales. Greenpeace alerta en sus informes del uso de plaguicidas tóxicos en la agricultura industrial, “que tiene efectos nocivos sobre nuestra salud y sobre la de otros seres vivos tan importantes como las abejas”. Y reducir el consumo de carne, una de las industrias más contaminantes.
Otra forma de generar riqueza. Si copiamos a la naturaleza y su forma de organizar los ecosistemas, ninguno va a considerar el exceso una virtud. Sería interesante pensar sobre modelos como la economía circular o la economía rosquilla, de la profesora de Economía de Oxford Kate Raworth, autora de Economía Rosquilla (Paidós, 2018), que mide la riqueza basándose en los límites planetarios.
Más información. La consultora Nielsen asegura que millennials y centennials se informan más que otras generaciones de lo que compran y cómo ha sido hecho, desde la comida a la ropa, una industria muy contaminante por la fast fashion, un modelo donde las colecciones cambian muy deprisa para fomentar el consumismo. Nielsen augura un futuro donde el etiquetado “informe mucho más sobre la trazabilidad”.
elpais.com
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